lunes, 15 de diciembre de 2014

Blanco, sus goles suben a la historia.


Un equipo es la suma de sus individualidades. Sin la presencia del valor hombre, no hay valor equipo. Rubén Israel ubica a cada uno donde mejor pueda complementarse con quienes lo rodean.

Los jugadores interpretan sus palabras como si fueran mandamientos. Letra por letra. Barcelona empieza atacando desde la marca; proponiendo un juego de presión. El pase que hay que anticipar es el que dirige el medio centro adversario, porque desde ahí los atacantes quedan en posición de avance directo  frente a los centrales. Dominar es actuar donde se quiere, controlando la calidad del rival. Jugar para tocar o tocar para jugar es distinto.

Todo es más fácil si el primer pase es bueno. La estrategia consiste en ir generando superioridades a la espalda de la líneas rivales que aprietan. 
Es fundamental dar amplitud al método con extremos y laterales, para que aparezcan pasillos interiores y se llegue al área por oleadas. Más delanteros en punta, menos opciones de gol; más fácil para el oponente marcar; mayor referencia en una zona donde se necesitan claros en vez de cantidad de atacantes. Se puede tener 4 delanteros pero en punta uno solo. Metiendo muchos  se facilita el trabajo defensivo del adversario. 

Ely, Jackson Quiñónez y Suárez dominan el concepto de cuando conducir y cuando pasar. La conducción permite atraer rivales, provocando la aparición de hombres libres. Ismael Blanco es un estilete definitivo. Sin caídas anímicas. La gambeta sin codificador. Un disparador de asombros. Con remate despiadado inventa el gol que no existe. Entra la pelota y queda la red aleteando un largo rato.

Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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