martes, 5 de enero de 2016

23 de octubre de 2015


Fibra emocional.

Todo equipo está marcado por la huella de su entrenador. El factor de la autocrítica es el santo grial del fútbol. Miler es un regista de gran asistencia. 
La brújula al que todos buscan, porque saben que no la pierde. Mejora la jugada. Talento franquicia que da continuidad a la posesión. Antes de perderla toca fácil y cuando ve el claro mete el último pase de gol. Se apoya en Mena, su reflejo innegociable. La cultura del esfuerzo debe pasar por los once para recuperar la pelota. Repliegue de líneas juntas, cobertura sobre el balón y espacios. 
Defender es más sencillo cuando  Bolaños está en la cancha. Hay sentido de aventura. Entonces Emelec se convierte en un equipo de velocistas. 
Giménez buena arrancada y potencia. Astuto en los rebotes; se beneficia de su gran primer medio metro, anticipándose a la defensa. Mena participa del juego colectivo, con incidencia fuera del área e instinto para el gol. Burbano  se afila cuando aparece cerca del último tramo de cancha. Trascendente en la banda. 
Le sobra implicación y sensibilidad ofensiva. Gaibor es jugador de área a área con asistencia de seguridad que supera líneas adversarias. Desplazamiento largo y autor del penúltimo pase. Baguí versátil con recursos tácticos, directo y veloz. 
León se asume como irrepetible de autoridad incontestable. Pero cuando no hay abnegación defensiva en la zona de recuperación del balón, como característica natural, Emelec emite mensajes equivocados. La mezcla de dinamismo, inteligencia, finura, se convierte en descontrol y se pierde la fibra emocional.

Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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