viernes, 6 de febrero de 2015

Felipao hacia el infinito.


Pisa el área armado de la pelota. Darle tiempo y lugar para el cruce al  vacío es un suicidio para el oponente. Desconcertante, no es de los que se pierde cuatro goles imposibles y después hace uno rococó. Fornido, pelo mota, un mentón firme cuadrado, de esos que denuncian obstinación clásica de matador. 

Esa obstinación que lo lleva a jugar su duelo con el hombre que lo marca, al margen del encuentro que disputa su equipo. Esa obstinación que lo lleva a sentirse delantero, hombre de ir al frente, a buscar las piolas. De arriba las mete todas, se conecta con la pelota en zambullida. Y de abajo le deja el callejón a abierto para que el compañero meta el pase y cuando la pelota entra, allí está la diestra cortando para gol. Ese pie llega a todos lados. 
Después de un pálido inicio apareció su serenata inmortal de seis goles en Espanyol. Cada opinión, cada concepto, salen largamente meditados a través de la pausa reflexiva…

Sí…, sí le gusta hablar de estrategia, de formulas. Un delantero es más de sectores, de ubicación, si se acostumbra a manejarlos, el gol llega solo. 
Es la mejor estrategia que existe. Felipao no renuncia nunca a la trama del gol. 
Le tiran 30 pases y va a buscar los 30, aunque muchos lleguen aislados y fríos, aunque tenga que pelear los 30. Es la síntesis del 9 de área. Puede rematar desde cualquier posición y como venga. Un killer de pique, sorpresa y fuerza. 
La fuerza es la astucia en la cancha. Caicedo tiene esa rara personalidad de los silenciosos, que de pronto sorprenden con un insólito, una respuesta que va más allá de lo imprevisto.

AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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