miércoles, 24 de diciembre de 2014

Alma de Bi-Campeón.


Emelec es un equipo corto, porque eso da mucho campo y recorrido para la ofensiva. Calidad de tenencia, asistencias de ocho metros. Perdida la pelota se forma un bloque 25 metros entre la defensa que achica y los delanteros que retroceden. Prohibido fragmentarse: defender cuando ataca y atacar cuando defiende. 

Quinteros hace un fútbol sin solistas, y crea una sociedad ofensiva de inspiración mágica para romperlo todo: Miler, un personaje desconcertante. 
Usa su mejor arma: recibir, tocar al vacío, y la marca descomponiéndose como una marioneta sin cuerdas. El reflejo del compromiso. La otra joya de la última corona es Ángel Mena de fútbol químicamente puro, con otro envoltorio. 
El de los pases interminables. Entra con tiempo y resolución. Pelota colocada en el sitio exacto a diez centímetros del pie del compañero. Crea un clima técnico y emocional. Seguridad de manejo y claridad de toque en su pie, que llega antes y pega siempre justo. Se brinda a recepciones de pared para seguir jugando. 
Sin el freno excesivo, sin la pausa exagerada, sin la pisada de balón innecesaria. 

Miler y Mena: sus paredes en ataque son latigazos. 
Seducen a la pelota: la tocan de un lado a otro, les gusta sentir ese viento furioso que dejan los tapones rivales cuando gambetean. Dos goles y dos asistencias para cada uno en los dos Clásicos de la Final. Bolaños es un violinista disfrazado de jugador. Juego ordenado, pureza técnica, claridad conceptual, riqueza estilística. Talento extraordinario que gambetea hasta los pozos de la cancha. Inventor de las jugadas inéditas, un crack que no se lo puede encasillar bajo ningún rótulo.

Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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