viernes, 13 de diciembre de 2013

Nassib Neme.



Juntó la nostalgia del ayer que se negaba a ser pasado; siguió los mandamientos de sus sentimientos y volvió. Para que lo encuentren hasta donde no estaba.

Un líder con mesura, con doctrina y con conocimiento del juego, que prefirió la periferia y no la exposición mediática. 
Cantó en la victoria y en la derrota, porque en el fútbol caben el error, el imprevisto y el asombro.

Otra manera de mirar al mundo, sumó capítulos positivos en silencio. Después de todo, la vida entera es un libro abierto que está lleno de héroes anónimos. Pensó bien y despacio cada movimiento, en la cumbre de sus soledades y frente a unos cuantos oídos con lealtad. Interpretando que en el ejercicio de la autoridad, reflexiona mucho, castiga poco y no perdones nunca. Había conocido el abismo de tres títulos esquivos. En la noche victoriosa la vida le devolvió aquel guiño demorado. En la vuelta olímpica del campeón se le erizó la piel y una lágrima le manchó la mirada. Fue en el instante final, con miles de gritos reventándole la boca y el pecho anunciándole que iba a volar. Armó un equipo de talento y audacia. Algo que construyó en años y que se resolvió en una fugacidad.

Nassib Neme estará para siempre en cada libro que cuente bien la historia de Emelec.  La vida es un partido que dura hasta el último minuto. Neme regresó con un mensaje profundo: al jugador hay que respetarlo y no usarlo.

Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont

COLUMNISTA

Romario Caicedo

Si un jugador no tiene noción de sus debilidades, difícilmente puede mejorar. La disciplina es una escuela de aprendizaje. El reto de todo p...