jueves, 5 de diciembre de 2019
Fueron a coronar al rey y este murió en plena ceremonia
Independiente del Valle con toque cadencioso pero firme sin anuncio. Líneas cercanas. Mucho apoyo para el que recibía. Solo Torres delante del balón. Pelota al espacio para generar desnivel individual. Fútbol confiable, cuando aparecían los imprevistos. Laterales quitaban, interceptaban, cubrían y salían jugando. Centrales calibraban sus cierres defensivos. Franco de ocho, rotundo e indiscutible. Pellerano marcó el pulso en el equipo.
Medio centro con alma de diez. Su pase rompía líneas.
La pelota iba al destino correcto, a una velocidad que la marca no podía contrarrestar. Pellerano fue Picasso. Ejecutó un libre justo para la cabeza de Fernando León (24´) que estaba al asecho picando al vacío. Remate fulmíneo (1-0). De las tribunas vestidas de Colón bajó un silencio de santuario, terrible y amargo. Nadie imaginó que al negriazul le llegaba su hora cumbre. Todo tenía un aire de misterio de leyenda. Hasta llovió con ganas. El partido se detuvo (30´). Pero Independiente estaba para ganarle a la adversidad y a la historia. Pasó la tormenta y volvieron los relámpagos de creatividad de los ecuatorianos. Jhon Sánchez jugador con imán. Lo buscaron sus compañeros y los ojos de los rivales. Simplificó la maniobra cuando había que ganar metros. Segovia la inició, Mera tocó y Sánchez inventó un freno seco seguido de contrapique y tiro alucinante (41´). Puso el grito de gol alargado, trémulo, dramático (2-0). Pinos voló hacia la eternidad tapando un penal a Rodríguez (54´). Falta sobre Morelo que no existió. Olivera, de tijera dejó danzando la pelota asustada en la red ecuatoriana (87´). Sin carrera dilatada. Con una trayectoria de pie que apenas recorrió menos de un metro, Dájome remató para gol (3-1).
Se escuchó la aclamación de sus compañeros, también el susurro triste de 36.000 aficionados argentinos (95´).
Nada quedaba de ese aliento vibrante y demoledor que erizaba la piel. Independiente del Valle campeón de la Sudamericana. Gigante por naturaleza. Porque no hay grito más fuerte que el de los pueblos callados.
AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
Romario Caicedo
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