Repetto trabaja mucho en inmovilizar al rival y en provocar sus errores. El que recibe el gol está obligado a cometer imprudencias, y el que lo marca tiene que facturarlo.
El éxito del paradigma se basa en un arquero que prefiere a los delanteros potentes y no a los que inventan; con los que inventan sobre una mata de pasto el arquero se desequilibra. La defensa sale de memoria. Los laterales vuelven feroces y veloces para cerrar a la espalda de los centrales. El medio campo tiene variantes, tres volantes mixtos con gran despliegue físico y creativo. Delanteros que tiran el desmarque o distraen para que pase el lateral o llegue el enganche o volante de equilibrio. Arriba, el nueve cabecea con pique. Domina arco y área. Cuando no está Anangonó la ausencia de gol castiga como un remordimiento.
La amplitud y el control exhaustivo de los claros la otorgan los extremos. Anderson Julio corre y descarrila la marca escalonada, con las dos herramientas más sencillas del fútbol: criterio e ideas. No pasa inadvertido, es obstinado. Depredador en últimos metros, un presentimiento de gol. Su impronta es imprescindible. Se complementa con Quintero (lateral de arranque impresionante), participa en la finalización. Como si crear peligro fuera un mandamiento obligatorio. Johan Julio el talento bien utilizado que le permite llegar a los balones que nadie puede lograr. Fútbol relámpago, impone quiebres imperceptibles y pausas mínimas. Hace doblaje de marca con Cruz. Energía y orden. Se mueve con seguridad y certeza. Deja huella por donde pasa. Pureza técnica que le agrega peligro a cada pelota que le llega. Ingenioso, piensa antes que el portero, sus remates son tiros inteligentes. No tiene crédito como estricto goleador. Es figura en una oncena donde la idea de juego se apoya en la pelota. Un equipo estratégico con jugadores ordenados que tocan las teclas justas. Aunque en fútbol todavía no se inventó nada que supere en eficacia al talento.