Se presiona para jugar, no se juega para presionar.
Presionar para jugar, para salir rápido. La idea también exige especialistas en el arte de desmontar contraataques adversarios en su origen: Matías, Marques, Pineida y Velasco. Hacen un arte de la resistencia sin balón. Especialistas en achique. El achique no es una estrategia es un recurso. Las jugadas perdidas también hay que contarlas.
El saque de portería con pelotazos de 70 metros al campo contrario,
un medio que estaba en el panteón de las herramientas tácticas, ha sido efusivamente desenterrado. Almada considera que esta fórmula debe emplearse solo en casos de extrema necesidad. Aunque a veces es la primera opción. No es casual que la plantilla amarilla sea de gran estatura, ni que su mánager haya pedido a Dinneno (1,86 m), y Ariel Nahuelpán (1,9 m) para que oficien como delanteros de referencia.
Una de las claves para ir progresando en el campo es través de los pases. Primero, manejar la pelota de manera horizontal para después ponerla vertical, pero siempre tener tres jugadores detrás de la línea de presión contrincante.
Se roba el balón y aparece el toque y desmarque fulgurante. El rival pierde la calma y retrocede. Eric Castillo se ofrece, apoya y pasa la pelota con garantía. Oficio y habilidad. A su alrededor funciona todo.
A la derecha luce Velasco y en la banda izquierda destaca Pineida por su sentido de oportunismo.
Velasco sabe cómo y cuándo entrar en cada jugada, es salida limpia por su flanco.
La precisión y la continuidad del arranque no se pierden. Pero cuando el partido se complica. La escuadra recobra el aliento con lanzamientos de costado. Dinneno gana, cabeceando por encima del central.
Arroyo se agranda, vuelve a su mejor versión después de años de melancolía. Nadie pega esos latigazos al balón. Así llegan los goles definitivos. El jugador respeta al entrenador que le saca defectos y le agrega virtudes.
Guillermo Almada trabaja táctica desde el convencimiento no desde la imposición.
AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
COLUMNISTA
