viernes, 6 de octubre de 2017

Falta pericia en la definición


El trabajo de un entrenador se ve en la recuperación de la pelota y en la elaboración del juego. Barcelona genera dudas en el rival. 
Cada jugador tiene claro el rol a cumplir. Saben como posicionarse. 
Sus delanteros ocupan disciplinadamente los espacios por el eje y costados. Los extremos tienen vocación de volantes cuando actúan en zona de gestación. Manejando los tiempos y encontrando lugares para la progresión. Marques y Oyola desactivan el potencial adversario, aíslan al lanzador y desconectan a su máximo referente de área. Barcelona al perder la pelota hace un repliegue escalonado. No junta ocho hombres alrededor del área, ni despeja tirándola para arriba. Destacan Aimar y Arreaga, dos nombres para verlos de cerca. Se recupera el balón y el escuadra sale gradualmente. Los pelotazos tienen un destino y lugar; están dirigidos al perfil fuerte del compañero que va a recibir. 
Álvez es gran receptor de cabeza y pie, Ely, Ayoví y Erick Castillo, siempre de rastrón. Los delata el ensayo permanente. El equipo mantiene un funcionamiento fluido para que sus delanteros vayan al uno contra uno. Tiene soluciones individuales por todos lados.
Díaz detecta fácil la idea del rival. Inventa el claro. Agranda la superficie del campo. Busca la zona débil del oponente. Es un deleite técnico. Acompaña el crecimiento, la evolución de la jugada.
El equilibrio se produce en la medular. No es casual que son los que más corren. El juego amarillo está tan ordenado que apenas se desconecta algo, empieza mostrar fisuras en el funcionamiento.

El resultado está ligado al juego. Barcelona crea más oportunidades de ataque que  sus adversarios, pero no emboca. Demasiada ansiedad. Falta pericia en la definición. Quejarse por el gol perdido es perderlo dos veces.

AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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