viernes, 20 de octubre de 2017


Los desajustes de Ecuador en las eliminatorias fueron:
Liviandad en la presión, poca recuperación de balón  pos pérdida. 
No se condicionó al adversario. No le generó incertidumbre. No se dio amplitud al campo. Faltó un creativo que junte las piezas para abrir caminos. También un cinco para evolucionar en conjunto, que no anuncie el pase en salida. Un medio centro que marque el estilo del equipo. No encontramos roles para complementar a Antonio Valencia. Fue un equipo desprovisto de salida gradual para ganar anchura con superioridad numérica, contundencia y jerarquía. Despreciamos el juego, perdimos identidad, al final nos quedamos sin una idea que mejorar. 
La táctica es motivación. Perdíamos tres pelotas, a la cuarta ya no había convicción y comenzaban las dudas en el jugador. Tampoco pudimos despedirnos con dignidad: Ecuador 1 Argentina 3. Messi presionó a los centrales y generó un equipo profundo cuando dispuso del balón. 
Di María sostuvo la pelota por la banda dando amplitud. Fue el pase exterior que hizo daño. La precisión es la mejor manera de atacar, pero también de defender, sino la pierdes no te embocan. Messi, Di María y Benedetto tocaron sin precipitarse, latieron como uno solo. Tuvieron el apoyo de los volantes. Las líneas se juntaron, la perdida de balón se controló, el error se esquivó, y la ayuda nunca faltó. Messi unió juego y resultado. El fútbol no entiende de verdades absolutas sino de jugadores únicos como él. Luego de recibir un gol de Romario Ibarra a los 40 segundos que dejaba a la albiceleste fuera del Mundial, apareció la entereza del diez. Biglia amagó y tocó, Benedetto distribuyó, Messi buscó pared, Di María le devolvió el balón, Messi lo guardó en el arco. 
El estadio guardo un silencio significativo. Benedetto era el velocista explosivo de zancada corta que abría claros. Di María ilocalizable para Aimar que asistió a Messi quien sacó un relámpago genial que se detuvo en la red.  La imagen de un equipo es el reflejo de su entrenador. Ecuador sin estrategia, ni método. Argentina desnivelaba con velocidad y conexión entre sus líneas . Velasco se complicó con un pase largo, Enzo Pérez ganó a Enner, el mejor jugador del mundo inventó el espacio, agrandó la superficie, miró el arco, había un ángulo perfecto para rematar y como nadie salió a tomarlo, en esa milésima de segundo la empujó. Para Messi ya era gol antes de que la pelota entre. Tan seguro estaba que no miró más y lo gritó. Argentina clasificó al Mundial con la garganta enrojecida y su corazón envuelto en llamas.

AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
COLUMNISTA

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