20 de febrero
2013.
Emelec es improvisación coherente.
El fútbol
talento está en Marcos Caicedo, tiene capacidad para elegir la mejor jugada. Sabe
que teclas tocar: creación y embestida insostenible. Apuesta por el riesgo no por
la comodidad.
Pasa, gambetea, atemoriza
la marca y parte la realidad de un pelotazo. Montado en su gambeta,
ayudado por sus cambios de velocidad, despeja el camino. Cuelga la pelota en la
red y aparece el peso distinto que tiene el aire cuando transporta su grito de
gol. Mondaini se muestra donde a nadie se le ocurrió buscarlo, un extremo hecho
de astucia para explotar los lugares que los defensores no cubren y anticiparse
a la decisión de los rivales.
Mondaini desempolvó la vieja batuta: el amague,
la pisada, el toque, la firmeza para aguantar el 1x1. En sus pies se resume el
futuro del ataque. Emelec es orden, sentido
colectivo y fútbol a partir de la intensidad posicional.
Las marcas siempre
cubiertas. Una partitura escrita a fuego en el ADN del equipo, 4-2-3-1. Una
puesta en escena rápida para cerrar las líneas de pase del rival. Achique
estricto en caso de amenaza. Recuperar y salir. Antes de la táctica, el juego
de estrategia.
Pedro Quiñónez es el punto de partida: manejo vertical, tiene
uno contra uno y no retiene. Generador que lleva el ritmo, castiga al rival con
cambios de orientación. Sin Quiñónez Emelec se vuelve lento a la hora de mover
al adversario de un flanco a otro. Marlon es la puntada final; se aleja de la
zona del balón para llegar desde atrás; el jugador al que todos recurren cuando el rival aprieta
en zona de creación. Hace punta de área y falso wing; rota con Caicedo y
Mondaini. A través del toque y la combinación consigue una situación de peligro.
Y no hay arquero que se atreva a poner sus manos. Los grandes goleadores son
menos si miran a puerta propia.
Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
Columnista