viernes, 8 de febrero de 2013


Esa vieja costumbre de ganar

Los últimos dos rivales de Barcelona apostaron más por controlar los espacios que por dominarlos. Presionaron más a los canarios que esperaban o pedían el pase, que a los que tenían el balón, de manera que cuando Díaz, Arroyo o Matías Oyola llevaban la pelota veían morir la maniobra.
No había descarga, a Díaz lo dejaban libre en zonas muertas, en jugadas cortas, le taparon los ángulos de salida con centrocampistas escalonados y defensas en achique hacia adelante. Fue un marcaje selectivo que dejó sin reacción al campeón.
Regresar el hechizo al hechicero: Barcelona debe cerrar las líneas de pase al rival; estar predispuesto para condicionar las vías de circulación del balón. Si no se defiende bien los 1x1, la defensa hombre en zona no es eficaz, hay que ser fuerte en concentración. Al presionar se actúa en la parte final de la jugada, en la recepción, no en las vías de circulación de la pelota. Se presiona hacia delante para que el equipo corra menos cuando el rival tiene la pelota. Presionar es intentar modificar la pauta del rival:               no dejarlo razonar. Se presiona para jugar, no se juega para presionar. Lo más importante no es ver lo que hace el contrario sino anticipar lo que hará. No existen el ataque y la defensa como módulos separados.
Ninguna de las dos facetas debe ser lenta. La situación de defensa empieza antes de extraviar el balón, está formada por aquellos desplazamientos que realizan los jugadores que no intervienen directamente en el momento del ataque para preparar la cobertura.
Al no estar las líneas excesivamente separadas, se facilita el dominio de segundas jugadas, para Arroyo y Díaz.
Por el contrario, si prevalecen las distancias exageradas entre jugadores, se obligan las acciones individuales y largos traslados de laterales y mediocampistas, que terminarán chocando contra la marca y perdiendo el balón. Los que no quieren ser vencidos por la verdad,             son vencidos por el error.

Ab. Roberto Bonafont - @robertobonafont
COLUMNISTA

Romario Caicedo

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