UN PARTIDO DE TRUENOS
Lo mejor de la Tri
está en la ubicación racional del 4-2-3-1. La organización triangular del
sistema permite la recuperación del balón, el dos contra uno en todas las zonas
del campo y superioridad numérica dentro de la figura defensiva; en lo ofensivo
muestra la posibilidad de mantener el balón.
Cuando el rival mete
mucha gente en ataque y consigue ventaja numérica sobre la última línea,
nuestro mediocentro se filtra entre los centrales para poder dejar libre a uno
de ellos.
Siempre que la acción
se produzca con balón en movimiento.
La presión es un
comportamiento ofensivo de nuestra defensa. Fernández, Sánchez y Vargas
sufrirán el acoso y la reducción del espacio. El acoso ecuatoriano es la suma
de defensa individual, estructura zonal, mecanización colectiva e incremento
del ritmo de juego.
Chile es un equipo de
rápidas transiciones. Isla y Vidal conducen y pasan. Beausejour es pique y
freno de wing. Hay que tener precaución con la tristeza porque ahí es donde se
rebela la esperanza. Ellos quieren reivindicarse ante su país. La recompensa de
la derrota es el riesgo de volver a intentar lo perdido.
Reinaldo Rueda
prefiere poner más centrocampistas de apoyo, es lo que da equilibrio, juego,
dominio y control. Cuando se recupera la pelota, la posee un solo jugador; es
elemental que el resto de los compañeros esté en posición: abriendo la cancha,
ofreciéndose al pase para que la pelota circule.
El fútbol necesita
pequeñas sociedades, sin ellas no tiene sentido. Montero y Renato Ibarra son
dos extremos veloces porque toman decisiones acertadas y las ejecutan con
técnica correcta. Benítez crea distracción como medio punta, habilita y manda,
lo buscan con obsesión y todos corren hacia los espacios que despeja.
Felipao es
escurridizo y potente. Un fundamentalista para el gol. Si Chile está cerrado,
hay que hacer cambios de orientación de orilla a orilla. Y, si está abierto,
mejor toques cortos.
Ecuador defiende desde
su ataque.
Ab. Roberto Bonafont @robertobonafont
Columnista