Arroyo, un optimista que
da esperanzas
El fútbol no es un
tema numérico, a veces un defensor impide un gol y cinco no. Pero los grandes
cuadros no responden por zonas, sino como unidades que arrancan en el número
uno y terminan en el once. El temple es el complemento insustituible de todo lo
que el DT pueda proponer en el pizarrón. Las pequeñas sociedades son las que
otorgan equilibrio, aseguran la recuperación y la posesión del balón. Existen
jugadores que se descuidan por exceso de confianza y otros por falta de
confianza. Hay una ley del fútbol escrita con letra de fuego, cruel y exacta,
que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, paga más por seguir siendo
el mismo.
Son pocos los
talentos que pueden actuar en ataque con eficacia y conocimiento de cada una de
las funciones. Arroyo tiene un manual incorporado e interpreta el partido con
una naturalidad sorprendente. Como extremo recupera más que cualquiera y
distribuye mejor que nadie.
Está para tapar, dar salida, manejar la pelota,
armar avances y llegar acompañando. Definidor nato desde lejos. Sin equivocarse
en instancias comprometidas. Si está de enganche le da sentido al toque con
pases y apariciones en espacios que él inventa en el camino.
Michael Arroyo es un
estilo hecho de equilibrio, armonía, respeto por la pelota; nunca una
innovación de más, nunca un acorde forzado, nunca una nota triste. Un estilo
vistoso de riqueza técnica, de pisadas de balón, toques al pie y al claro, que
humilla gambeteando.
Arroyo en zona de
distracción facilita la partida en condiciones de ventaja; llega al arco
contrario por los caminos más despejados, más libres de obstáculos, los más
directos. Un extremo que muestra intelecto y generosidad en equilibradas dosis.
La técnica se aprende, es repetir un gesto hasta lograr automatismo.
El extremo
zurdo vive en zona de definición, aquella última etapa antes de que la red se
mueva.
Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
COLUMNISTA