Es más rápido que el pensamiento
'Chucho' apoya su orgullo en el balón para que surja el milagro de la fe.
La mirada puesta en la red lejana; la pelota danza feliz en sus pies, los
pies del fuego.
Benítez es una caja de truenos. Su estética es explosión. Hay que
observarlo siempre, no se le debe perder el rastro, ni descuidarlo un segundo,
porque ese es el tiempo suficiente que necesita para realizar su pique corto
determinante, que lo hace transparente para la marca.
Sin naufragios, abrazado a su identidad. Una dimensión mística. La pelota
cae obediente a sus pies y todo se detiene: las aves, sus vuelos; los amantes,
sus amores; los espectadores, el
aliento... hasta que 'Chucho' decide seguir y el cronómetro vuelve a correr y
el balón a tener manija. Un jugador no es sino lo que sabe. Si no se eleva
sobre sí mismo, es poca cosa. A Benítez hasta los que lo detestan, lo soportan,
porque nunca usa sólo el talento, usa el genio. Le pega a la pelota con dos
atributos interiores: el placer de hacerlo y la voluntad de mejorarlo. Sus
goles son actos, que si no son de magia, se parecen mucho.
La diferencia entre el goleador y los otros talentos (actores de reparto)
reside en que aquellos se pierden goles donde sólo tienen que soplar la pelota,
en tanto que el matador del área hace goles que habitualmente no se pueden
convertir, para que tiemblen las columnas del estadio.
Benítez es una deuda de gratitud con el gol (14 en el América). La técnica
ahorra tiempo, primer principio de la velocidad. El genio del penetrante
artillero está compuesto por el uno por ciento de inspiración y el resto de
perspicacia. Su historia es la del regreso al área más deseada, la más temida.
Allí donde habitualmente manda la ansiedad, Christian tiene paciencia de
pescador, pique de velocista y frialdad de bisturí. Un fenómeno extraño,
incomprensible para muchos, que no admite explicación. Los ganadores como el
'Chucho' se miden no por la fuerza de sus golpes sino por la capacidad de
levantarse.
Columnista
Ab. Roberto
Bonafont - @robertobonafont