Zubeldía y el juego de posición
Barcelona piensa bien el partido, su partitura es buena. Juega a uno o dos
toques en espacios cortos, luego aparece la asistencia a un compañero libre y
distante en el claro. Para jugar al claro se necesitan dos atributos: no
demorar el toque y picar en el momento justo, sin denunciar la partida y sin
demorar la llegada (Matamoros en oferta vertical para el gol de Narciso Mina,
ante El Nacional). Los ataques combinativos van ganando dinámica ofensiva:
juego continuo de pequeñas sociedades verticales (Díaz-Matamoros,
Ayoví-Narciso, Cruz-Díaz), para manifestar superioridad numérica.
Damián Díaz es de esa raza que decide un segundo antes, cuando en
apariencia todavía no terminó de dominar la pelota. Entonces saca un toque
fulminante y aclara la jugada, que antes parecía confusa.
Zubeldía labora en la orientación de los espacios, que los jugadores no
ocupen zonas de sus compañeros; porque al final, quien va a echar una mano lo
que hace es desproteger su zona, lo que habilita al rival.
El juego de posición permite que los jugadores, las líneas y el balón
trabajen en bloque. Presión tras pérdida de pelota: presión con repliegue. Este
argumento le crea dificultad al contraataque del rival. Condiciona el juego del
oponente. El actor principal es el pase. El pase logra desacomodar al
adversario, la tenencia del esférico somete y las rupturas aparecen.
Algo irrenunciable es la organización y el manejo del espacio. Cuando hay
áreas libres entre líneas, el equipo es vulnerable. No se puede jugar con las
líneas rígidas, sino en permanente escalonamiento, haciendo triángulos en la
cancha. La clave es presión y espacio, atacar mientras se está defendiendo.
Ab. Roberto Bonafont -
@robertobonafont
Columnista