viernes, 2 de marzo de 2012


Desde el fondo de la historia 


Aquello de "volver con la frente marchita" no se ha escrito para los ganadores de estirpe. 
Claudio Bieler: su leyenda de gran goleador la escribió de taquito, de un frentazo, de pared cortita, de atropellada, con un cañonazo, de palomita, de peinada, al ángulo para el viaje imprudente del portero o de rastrón, y ganó por derecho propio un primer lugar entre los mejores.
Un juicio de valor insospechable. Jugador de resultados y de equipo. Que rompe todos los moldes. 
Con medio arco o tres cuartas partes de arco tapado remata igual. Pisando el área y con un pedacito de luz para meter el zarpazo no duda. Le pega con todo. Gambeteador veloz; domina la pelota como si fuera una continuación de su pie.
Damián Manzo tiene la cara ancha, cuello corto, hombros levantados, piernas de conformación curiosa. La pelota es su amante, se buscan, se disfrutan y se alejan. Una extraña relación. Frota la varita cuando quiere. Con cualidades que ya no se ven, porque están en extinción.
Dueño de su ubicación. Valiente y valioso. Amigo de la pelota y pariente de la gloria.Tiene tanta habilidad que es capaz de amagarle a Manzo esa elegancia, finura, arte y fútbol. Un equilibrista, un mago (los magos no cumplen años), un contorsionista capaz de bajar una pelota del cielo con el pie, cuando uno dudaba si sería capaz de llegar con la cabeza. El arco se le muestra abierto y visible sin adversarios que lo bloqueen. Sabe pegarle a la pelota. Fuerte y con dirección. Con balón en el pasto o en el aire. Sus disparos, sacados sin esfuerzo, como para hacer sonar las manos de los arqueros. Jugar bien es un asunto entre Manzo y el balón. Aún tiene la cara de Pibe, cara sucia de transpiración.
Ab. Roberto Bonafont

Romario Caicedo

Si un jugador no tiene noción de sus debilidades, difícilmente puede mejorar. La disciplina es una escuela de aprendizaje. El reto de todo p...