16 de febrero 2012.
Antonio Valencia:
Fútbol
Fantástico.
Por las calles de Manchester, Antonio Valencia deja
100 autógrafos en cada cuadra que camina. Su fútbol contiene un ingrediente
vital del fútbol de ataque: la sorpresa.
El triunfo, la fama, la consagración,
parecen no tocar sus sentimientos.
¨Soy humilde de rango¨. A los 26 años está
en el equilibrio ideal entre la madurez y la condición atlética-técnica. ¨De
todo se aprende, de los malos momentos, todavía más¨. Amagar es engañar con
elegancia. Él maneja una asombrosa capacidad de concentración, unida a una
velocidad de desplazamientos y potencia inusual; una soberbia capacidad de improvisación. Su
técnica ahorra tiempo, primer principio de la velocidad. ¨Antonio Valencia es
un jugador fantástico y muy generoso¨, dijo Rooney. Y, tiene razón. Lo único
que no entra en este personaje, es el egoísmo y la envidia, esos pecados no los
conoce. Maestro inspirador, en 17 partidos: 2 goles, 10 disparos envenenados a puerta, 9
asistencias de gol. ¨Sin dudas Antonio Valencia es el mejor extremo diestro de
Europa¨, apuntó Guardiola DT
F.C. Barcelona. Con una galera en cada pie, para hacer trucos imposibles, los
pases de magia que llevan a las tribunas hasta el delirio. En los duelos uno a
uno, anula totalmente al rival. Hasta le sobra fuelle para irse sobre otros dos,
como lateral o extremo. Gana con recursos limpios.
Antonio no marca los goles
que Cristiano Ronaldo nos tenía acostumbrado,pero es más jugador de equipo. También
es mejor que Kanchelskis, quien buscaba más los espacios para ganarles las
espaldas a los defensas, mientras que Antonio se involucra en la tenencia y
abrirse paso con asistencias y filtradas y vencer la marca¨, dijo Ferguson.
Es
asombroso verlo cortar paredes en su área, sacar pelota asegurada y picar
cuarenta metros en busca del pase largo. Cuando el partido está borroso y
nublado, pica por el lateral diestro y comienza la fiesta. Todo el estadio de
pie. El amague, el deslizamiento. La marca pasa como muñecos ofrecidos para el
sacrificio. El pique largo que decide con depurada factura. Y los rivales van
fuerte para ganarle las piernas. Y allí quedan resignados sobre el pasto,
indecisos y trémulos, mientras un Valencia lírico se asemeja a esos bailarines
equilibristas de Bolshoi (ballet ruso), dibujando figuras en el aire con
seductora exhibición. Y un rival que llega, y el amague. Y otro que pasa, y la
derecha que corta. Y la zurda que protege. Hasta que llegó al final. La
asistencia de medida justa para que Rooney concluya con el latigazo terrible
que no deja ver la trayectoria de la pelota, un deleite en forma de gol.
Ab. Roberto Bonafont
Columnista