Para ser goleador no alcanza con ponerse la camiseta
gloriosa y tener viento a favor. Un gol es un temblor de un ratito, un mimo del
destino, una felicidad con desconocidos, el cielo en la garganta de la tribuna.
¿Cuál es la
virtud de Figueroa? Que los defensas nunca lo ven. Está todo el partido entrando y saliendo del área. Distrae por el
primer palo y, de pronto, se corta y pica al segundo vertical. Y el defensor
pierde el rastro. Llega y gol. Tiene peso en el resultado y el juego.
El péndulo del destino lo situó goleando en Rosario
Central (47),River Plate (3),Boca Jrs(8),Birmingham (0),Cruz
Azul(21),Villarreal(7),Genoa (5) y Selección de Argentina (9).¨En Emelec quiero
marcar goles con saltos mortales. Falta que convierta alguno desde lo alto de
un trapecio para completar la colección¨, lo dijo con humildad. El talento de
los cien goles tiene en su espalda el peso de su historia.
Es un perfil orientado, cruzando la cancha como una
ráfaga llameante para pegarle a la pelota y colocarla ,o encarar al portero,
obligándolo a jugarse ; se le escapa con
gambeta larga –hacia la derecha o la izquierda- con genialidad. Y una vez que
dejó atrás al arquero, Luciano Figueroa no perdona, porque mantiene su concentración
total en la pelota y en la jugada hasta que
termina en la red. ¨Las lesiones son un amargo recuerdo. Soy encarador ,
ante defensas que me esperan con los tapones de punta¨ Nunca se subió al tren
después que pasó. Son cachetazos que le
dio la vida.
Inventa el espacio presionando arriba, pero con
profundidad, sin jugar balones horizontales. Domina y mueve el balón en
vertical. Está en el rebote.No se atropella para dar el tiro de gracia. Acierta
con la distancia justa para no ubicarse
en la marca, se tiene fe para romper el anticipo. La base de su fútbol
no es sólo su físico, sino la técnica. Posee chispa resolutiva en acciones
sueltas. Juega el panorama del arco. Un goleador puede estar bien o mal de
ánimo, lo que no puede es dejar de pensar en el arco rival. El fútbol no es una
profesión común. No se puede ser jugador sin quererlo, sin sentir pasión por
practicarlo. Luciano Figueroa juega al
fútbol como si en lugar de envolverse los pies con botines, estuvieran calzados
de esperanza; trabaja el partido entre defensas duras y marcaciones ásperas,
infranqueables. Sereno para frenar la pelota y preciso para pegarle de revés,
al costado del arco. Y de cabeza alcanza a darle al balón la trayectoria
deseada: un disparo sin silenciador. Cuando el arquero levanta las manos la
pelota está volviendo de la red. ¨Para mí el fútbol es la alegría de jugarlo¨
El gol no tiene fecha de vencimiento.Los grandes
talentos pueden ganarle al olvido. Luciano no está caído la memoria.No quiere ser una sombra en
las estadísticas. Es la esperanza ofensiva de un equipo cuya magia para embocar
se apagó. Luciano Figueroa en Emelec no sueñes lo que otros han logrado, logra
lo que jamás nadie ha soñado.