viernes, 6 de enero de 2012


Felipao nunca está con el alma en offside.

Un goleador, ¿cuánto tarda en viajar desde la bronca hasta el elogio? ¿Un partido? ¿Seis goles? "Aprendí a distinguir la crítica que construye de la crítica que sólo tiene mala intención". Felipao encara al portero con gambeta larga antes de tocarla adentro. Arrastra la marca yendo vacío, la toca con la puntita del pie y hace pasar de largo al rival.
A los 17 años llegó a Suiza (FC Basel). La puerta de la cancha estaba abierta y ofrecía una húmeda penumbra, durante siete meses no pudo jugar por ser menor de edad. Un cielo cubierto de nubes invitaba a la nostalgia.
Un viento frío atravesaba su cuerpo y se le caían las lágrimas. Lo que sostiene el dolor de las cosas se llama alma.
"Nunca pensé en regresarme". La vida le estaba enseñando cuentos, a quien ya sabía historias. En Basilea terminó siendo el goleador revelación (19 goles 2006-08).
Jugaba donde era difícil actuar: en el embudo, allí donde se achican las distancias. Con aquella su manera de andar veloz, con el pecho inclinado hacia adelante no se detuvo hasta llegar al Manchester City que le pagó 8 millones de dólares al Basilea.
En el City, Felipao demostró su capacidad para generar vacíos explotables para sus compañeros. A condición de que sus compañeros lleguen a esos espacios libres con decisión y dispuestos a definir sin contemplaciones.
Sus desmarques a los costados abrían callejones para las diagonales de los extremos. Facilidad de toque a la salida del dribbling. Potencia de pegada en la media distancia.
Robinho fue su socio: la pasión vestida de corto. Felipao era la inteligencia aplicada al juego. Robinho ponía el juego rococó. Daba la sensación de que tenía toda la partida jugada antes de realizar el primer toque.
La vida es un adiós con estaciones.
En Sporting de Lisboa vivió horas bajas. El fútbol suele ser eso que sintetiza un cruce de destinos, una falla, un acierto, una pena honda y una alegría desbocada. Lo de Málaga fue un poquito de aire, perfumado de fantasía (4 golazos).
Los pies se estaban guardando para nuevos prodigios e inventos. En Levante la pelota quedó tirada en la red, agotada y feliz (16 goles, más 8 asistencias de gol).
Su balón irradiaba una claridad inacabable. Fue ídolo y hombre récord de tribuna llena y fervorosa, las torres de iluminación pobladas hasta el peligro. Levante lo compró en un millón de euros, el City lo quería de vuelta.
Lokomotiv puso 7 millones de euros sobre la mesa (al momento lleva 5 goles).
El goleador que nació donde el hambre sabe hacer gambetas, ahora es pretendido por Sao Paulo (Brasil), equipo que está dispuesto a pagar 18 millones de euros.

Ab. Roberto Bonafont COLUMNISTA

Romario Caicedo

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