Felipao nunca está con
el alma en offside.
Un goleador, ¿cuánto
tarda en viajar desde la bronca hasta el elogio? ¿Un partido? ¿Seis goles?
"Aprendí a distinguir la crítica que construye de la crítica que sólo
tiene mala intención". Felipao encara al portero con gambeta larga antes
de tocarla adentro. Arrastra la marca yendo vacío, la toca con la puntita del
pie y hace pasar de largo al rival.
A los 17 años llegó a
Suiza (FC Basel). La puerta de la cancha estaba abierta y ofrecía una húmeda
penumbra, durante siete meses no pudo jugar por ser menor de edad. Un cielo
cubierto de nubes invitaba a la nostalgia.
Un viento frío
atravesaba su cuerpo y se le caían las lágrimas. Lo que sostiene el dolor de
las cosas se llama alma.
"Nunca pensé en
regresarme". La vida le estaba enseñando cuentos, a quien ya sabía
historias. En Basilea terminó siendo el goleador revelación (19 goles 2006-08).
Jugaba donde era
difícil actuar: en el embudo, allí donde se achican las distancias. Con aquella
su manera de andar veloz, con el pecho inclinado hacia adelante no se detuvo
hasta llegar al Manchester City que le pagó 8 millones de dólares al Basilea.
En el City, Felipao
demostró su capacidad para generar vacíos explotables para sus compañeros. A
condición de que sus compañeros lleguen a esos espacios libres con decisión y
dispuestos a definir sin contemplaciones.
Sus desmarques a los
costados abrían callejones para las diagonales de los extremos. Facilidad de
toque a la salida del dribbling. Potencia de pegada en la media distancia.
Robinho fue su socio:
la pasión vestida de corto. Felipao era la inteligencia aplicada al juego.
Robinho ponía el juego rococó. Daba la sensación de que tenía toda la partida
jugada antes de realizar el primer toque.
La vida es un adiós
con estaciones.
En Sporting de Lisboa
vivió horas bajas. El fútbol suele ser eso que sintetiza un cruce de destinos,
una falla, un acierto, una pena honda y una alegría desbocada. Lo de Málaga fue
un poquito de aire, perfumado de fantasía (4 golazos).
Los pies se estaban guardando
para nuevos prodigios e inventos. En Levante la pelota quedó tirada en la red,
agotada y feliz (16 goles, más 8 asistencias de gol).
Su balón irradiaba
una claridad inacabable. Fue ídolo y hombre récord de tribuna llena y
fervorosa, las torres de iluminación pobladas hasta el peligro. Levante lo
compró en un millón de euros, el City lo quería de vuelta.
Lokomotiv puso 7
millones de euros sobre la mesa (al momento lleva 5 goles).
El goleador que nació donde el hambre sabe hacer gambetas, ahora
es pretendido por Sao Paulo (Brasil), equipo que está dispuesto a pagar 18
millones de euros.
Ab. Roberto
Bonafont COLUMNISTA