Fidel Martínez es un jugador liviano que pesa en zona caliente. Su romance con la red goza de buena salud (9 goles). Un talento que esconde detrás de un estilo rococó, decisiones filosas.
Tiene descaro ofensivo, cuando está iluminado puede dejar el tendal detrás de su gambeta penetrante y veloz. Acepta la marca encimada como algo que forma parte de la zona estricta adversaria. Posee traslación, se desmarca hacia los laterales siempre al acecho de la oportunidad. ¿Puede tomar la batuta del equipo para dirigir la función y hacerlo mover a su compás? Fidel no dirige: interpreta con ritmo parejo y sostenido.
Es más hombre de equipo que solista. Gambetea como un recurso más para producir superioridad sobre el adversario, pero si tiene un compañero cerca descarga el pase. Un virtuoso que disfruta con su impecable condición de ejecutante lírico, lo hace todo simple, todo fácil. El balón es el instrumento que mejor lo relaciona con el mundo. Quizá por eso él nunca se quiere ir de su lado. Por su potencia y seguridad de pegada, por su capacidad para inventarle trucos a su amiga la pelota, por su pique al claro, le alcanza para ser el primer violín ofensivo .
Arranque de donde arranque nunca se olvida que existe el arco. Estadio Capwell 11 de diciembre 2011 (primera parte de la final del campeonato Emelec-D. Quito). Paredes metió un cambio de orientación arrollador (29'), Fidel Martínez recibió la pelota, sereno, claro y directo, sacó un remate estremecedor. La marca se rindió a su zurda: en un segundo la tierra se sacudió, el viento se asustó. La pelota fue incontrolable para el arquero que no se atrevió a poner las manos. La multitud azul de 28.000 almas que miraba desde las tribunas quedó desarmada. Fue un gol que partió la realidad y destejió las redes.
En el último episodio de la final en el Atahualpa, Emelec no tiene margen para el error, está un gol abajo. El valor de la autocrítica en el fútbol puede ayudar a reinventar tácticas para crecer y salir de una crisis. Es más fácil practicar jugadas de balón parado que acciones de juego, de dominio de situaciones. Marcelo Fleitas (DT de Emelec) ha prometido ganarle a D. Quito. ¿Cómo se puede superar a un equipo que se basa en automatismos colectivos que están por encima de las individualidades? Respuesta: fidelidad a la posesión del balón. No hay mejor superioridad que una buena tenencia de la pelota. Es a través de la pelota que se ordena el cuadro.
Dentro de la línea de cuatro que el central interprete los movimientos de su compañero (libre alternado) en la salida, achicando espacios, robando balones determinantes y tomando hombre en lanzamientos a balón detenido o desde el rincón de la bandera. Tener más hombres que el rival en el medio campo. No atacar siempre igual. No recurrir a la querida táctica del ollazo. No usar los laterales o extremos para levantar balones, sino para generar mejores situaciones por dentro. Evitar que el rival supere las líneas defensivas con balón controlado (Saritama-Minda); bloquear la progresión del rival, temporizando las acciones de los atacantes Bevacqua, Alustiza y Fidel Martínez, para buscar una rápida reorganización. En resumen: alta presión, defensa arriba, extremos abiertos y profundos. Recuperación inmediata tras pérdida ofensiva. Y poner un delantero de área con definición determinante. Nada sencillo, ante un D. Quito que no renuncia a la pelota; se preocupa en negarle los espacios al rival, y sus jugadores tienen prohibido perder balones en zonas comprometidas. La virtud de Ischia fue darle forma a su equipo con una preparación psíquica que incentivó la puesta en escena. Cada jugador tiene su propia zona.