El fútbol
se revela como orgullo y condena.
13 de octubre 2011
Los gestos de Rueda acompañaron a sus palabras. Las
manos revolvían sus cabellos como queriendo arrancar ideas de su mente y
continuó con los aforismos de siempre: ¨Que cuando la tienen ellos todos somos
defensores, y cuando la tenemos nosotros todos somos atacantes, sin romper el orden¨. Ecuador tenía toque, ritmo, pique
y rotaciones, todo ese diagrama que no lo pudo expresar en la red con más
contundencia. Con la sorpresa llegó la repentización; con la repentización el
jugador que recibía libre podía crear a voluntad. Respetar la pelota es
respetarse a sí mismo. Todas las tácticas se pueden contrarrestar, pero no así
la inspiración del jugador y de esa inspiración se depende en última instancia.
Tuvimos la pelota porque el equipo se movía en el
campo; no se dejaba ganar en los anticipos; llegaba a tiempo a la pelota
dividida. Habían trascurrido 14 minutos de juego y Venezuela no podía localizar
una función, una posición, de los ecuatorianos. No se entendía la marca del
entrenador Farías, porque no era hombre, ni zona, no anticipaban. Permitían
recibir y después, recién enfrentaban. Antonio Valencia rotaba, tocaba y salía
como un peligroso realizador. Estratega elegante, deslumbraba por su capacidad para
crear situaciones. Soltó el balón al lugar prohibido cercano al área penal y
apareció Cristian Suárez el famoso turbador de marcadores, casi sin tomar
carrera puso la cabeza al balón garúa. Le pegó con un reflejo condicionado; le
dio al lugar vacío del arco. Estaba escrito que el arquero tenía que perder. El
vertical se impuso como la figura
dominante de la escena, cuando nadie pudo controlar la rara parábola de la
pelota. Jaime Ayoví de cabeza iluminó las tinieblas del área con un memorable
pase a la red y gol. La tierra tembló y el cielo pareció desplomarse. A Jaime
Ayoví lo asaltó un sentimiento extraño, era como si recordara algo que nunca había reconocido, o que siempre
había esperado.
A la Venezuela de Farías se le abrió un inesperado
frente de tormenta.
Ecuador siguió llegando con todos los recursos de sus
intérpretes ofensivos: de pelota parada, con pequeñas sociedades por el medio
del área (Benítez-Jaime Ayoví), con lanzamientos al segundo palo (Suárez), con
buscapiés al primero (W. Ayoví), con remates
desde fuera del área (Saritama).
La técnica al servicio de una dinámica demoledora,
pero que también contó con la pausa prudente y necesaria de Cristian Noboa El
cambio de orientación constante, la versatilidad del repertorio, la sorpresa
que desarmaba, la potencia que abrumaba, la imaginación que desconcertaba, los movimientos
inesperados, la rotación sabiamente ejecutada.
Y todo eso mientras la pelota seguía en su ir y
venir constante, con el equipo siempre desplegado, ocupando todo el campo con Valencia
abierto a la raya, con el amplio arco de su pierna impulsora para cruzar la
pelota a la cabeza de Benítez que le pegó al balón con alta dosis de crueldad
frente a un alucinado portero:2-0 (27`).Creamos más de diez situaciones claras de gol. La emoción no nos borró las
ideas. Nos agrupamos mejor que el rival cuando perdimos la pelota.
Replegamos achicando espacios; nos defendimos con la
línea del offside. Fuimos superiores en la fe con que le pegamos al arco
(Benítez remató en el palo,48`).Tenemos caudillos que toman la manija cuando el
equipo acusa un impacto y afloja. En el medio juego hay salida veloz y
profunda. Sabemos tenerla y llevarla a la última zona; nos amigamos con la
pelota. Nos falta lo otro, convertir ese amor por la pelota en goles.