Anthony Valencia gana la raya las veces que se lo propone, para meter la diagonal cuando todos esperan el desborde.Nunca juega para él sino para los demás; elige el pase pensando en su equipo; prioriza más pensar que correr, ejecuta fácil.
Llega por fuera, asiste por dentro; va al frente con el violín a fondo, cuando necesita bajar las revoluciones, regula en segundo compás, no desafina porque ha logrado dos cosas: mando sobre la pelota, variabilidad continua para salir jugando y mando sobre el adversario.
Anthony logró su quinto título con Manchester United (Una Carling Cup, dos Comunity Shield y dos Premier League). Valencia es un mito mayúsculo que nunca se pretendió mito.
Señas de su identidad: su primer control de pelota en movimiento es brillante; vuelo creativo; no se salta las transiciones; posesión con profundidad; traslado con pase; desdoble con desmarque; despliegue con asistencia; energía para pelearle al destino.
"Cada partido deja una enseñanza, cada error también. Toda la vida de un hombre está en su actitud, en su estado mental. El éxito comienza con la voluntad. Si piensas que estás vencido, lo estás", nos dijo.
Las crónicas de fútbol nunca hablan elogiosamente de los perdedores que juegan bien. Siempre hay que ganar, el perdón en la cancha no existe; el fracaso es el único destino que se puede escoger libremente. "En cada partido siento la presión, que es beneficiosa, uso la presión para tener buen rendimiento. Lo que agota, lo que desconcierta es no tener el balón, por eso luchamos por la tenencia. En el fútbol uno no muere cuando cierra los ojos, sino cuando los demás te pasaron por encima porque dejaste de luchar", nos dijo el mejor extremo diestro del mundo. Anthony Valencia es la última joya de la vieja corona de los Reds.
Ab. Roberto Bonafont - @robertobonafont
COLUMNISTA
