Se iluminó el Bombillo.
Cuando
observamos a Enner Valencia en la banda
izquierda, provocando que sean varios defensores los que presionen el claro
donde se encuentra, para que esa atracción de marcas sobre su figura, sea
distracción y poder pasarle el balón a un compañero liberado de defensores
cercanos, observamos un concepto básico del juego de posición de Emelec, que
consiste en juntar en un espacio a muchos rivales para liberar a compañeros en
otros sitios.
Recuperado el
balón, el pase de seguridad, de Pedro Quiñónez hacia atrás, para separar el esférico
de la presión adversaria, otorga tiempo para que las líneas se vuelvan a
extender sobre el campo de juego y empiecen los toques meticulosos. Es un acto
mecánico, separarse para establecer las distancias que ayudarán a la
circulación del balón.
Quinteros sobre
el final encontró a los mejores intérpretes para desarrollar sus dogmas:
extremos abiertos, permitiendo conexiones interiores, para que los compañeros
pudiesen disponer de mejores condiciones de espacio; extremos casi confundidos
con los espectadores que miran el partido pegaditos al alambrado.
Polo Wila
solidario para manifestar el concepto de tercer hombre, jugando siempre sobre
el lanzador rival que dispone de mayor campo visual.
Mondaini gambeteando y tocando el balón hacia el eje
del área, esperando el movimiento de Marlon de Jesús en dirección opuesta a la
de su conducción. Valencia confiando en que le devuelvan la pared para lanzar
sobre el espacio al que siempre está llegando Marlon, el goleador de la
maniobra impensada.
Lo mejor: el
rito del pase con ventaja, ese pase que siempre encuentra compañeros libres, una
identidad firme para someter al rival.
Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
Columnista