Juan Ramón Carrasco: voracidad suicida
El futbolista es un interminable buscador de debilidades en la jerarquía
del director técnico. El jugador intuye cuando un entrenador lo engaña.
Si el equipo cae en la desesperación, turbulencia, descontrol y derrota, es
cuando el jugador se lo echa en cara.
Al verdadero líder se lo ve en la derrota; es liderazgo verdadero si puede
superar la fatalidad.
Carrasco es un DT de lágrima dura y de guardia cerrada, que toma distancia
con los jugadores. Su silencio es más devastador que sus palabras. Vencido por
una ráfaga de depresión.
Su estrategia sigue en dirección al precipicio; a sus dirigidos les rompe
el juego de posición. Gaibor jugó de extremo derecho, enganche y extremo zurdo
en un mismo partido (el Clásico).
El mejor talento de Emelec terminó confundido ante El Nacional (1-1).
Varios jugadores salen por bajo rendimiento, después son incluidos como
salvadores. Es un entrenador partidario de un fútbol urgente y menos paciente.
Quiere aplicar el 4-3-3 (variante del 3-3-1-3). Con este sistema se tienen muchas
líneas (5) y más triángulos; cuando existen más triángulos en el sistema todo
se vuelve más sencillo.
Es más fácil el repliegue con 4-3-3 cuando se tiene a dos jugadores bien
avanzados.
El director técnico quiere siempre tres hombres atrás más un mediocentro.
Arriba un delantero de área profundo y otro para buscar el espacio grande. El
delantero de área debe distraer la marca de los centrales; porque así el
espacio se hace mayor para la llegada del volante ofensivo vertical. Carrasco
aplica el sistema a paso de mula, el rival siempre lo espera organizado.
El miedo en algunos jugadores por no tener el guion táctico aprendido
engendra desconfianza, inseguridad y finalmente la derrota.
Ser entrenador va mucho más allá de la charla táctica frente a un pizarrón decorado
con marionetas sin vida. El buen estratega es un líder natural que no necesita
demostrar que es el jefe. Porque antes de la táctica y la estrategia sabe
entrenar el cerebro de los jugadores.
El fútbol es interpretación, no músculo. El zorro cambia de piel pero no
hábitos.
Carrasco seguirá siendo Carrasco. El fundamento del juego es el jugador no
el DT. Ningún jugador es tan bueno como todos juntos. Una cosa es la influencia
del entrenador y otra cosa es la calidad individual.
El último salto es el más largo y difícil.
Este grupo de futbolistas está escribiendo su propia historia y, a la vez,
su testamento.
Si pierden la final con Deportivo Quito nadie quedará absuelto.
Carrasco juntó todas sus necedades y armó con ellas una fogata que se veía
desde lejos. Mejor imposible. La fogata fue tan eficaz que también se quemó en
ella.
Roberto Bonafont, columnista