La competencia entre un entrenador y sus jugadores sólo es buena si las jerarquías están claras, si no es una amenaza para la estabilidad del equipo.
Desde el mes de julio hubo más de una pirotecnia dialéctica de los futbolistas hacia Carrasco. El plantel le manifestó al DT su desacuerdo con el sistema elegido (4-3-3, en lugar del 4-2-3-1 o 4-4-2 trapecio, que habían utilizado con Omar Asad).
Carrasco escuchó el reclamo, expuso sus argumentos y prefirió insistir con su método. Emelec cambió de toque corto a pases largos, de fútbol pausado a fútbol arrasador: sin elaboración en el medio; dejó de controlar el balón: se quedó sin pelota, línea de flotación de su buena campaña. Fue ahí que algunos talentos, los de mayor trayectoria, empezaron a sentirse alejados del técnico. Y el equipo empezó a perder desde el vestuario. Los problemas, como se sabe, no llegaron solos.
Carrasco se mantuvo enérgico en su posición, las primeras derrotas no le hicieron cambiar de opinión (el que pierde por poco, nunca revisa su proyecto).
Un réquiem de Giuseppe Verdi dice: "Llegó el momento en que el circo romano debe matar al gladiador". Nadie miró al estratega de la misma manera. Cuando él creía que tenía todas las respuestas, de pronto los jugadores le cambiaron todas las preguntas. Entonces, don Juan Ramón apostó por sus elegidos: Lugo, Vigneri y Franco. Esperó los milagros del talento individual. Y descubrió que confiar demasiado en talentos "fantásticos" devalúa valores esenciales: se debilita la idea de jugar en equipo. El diluvio llegó: Carrasco sumó cuatro victorias, cuatro derrotas y dos empates; una eliminación de la Sudamericana y una goleada humillante ante Independiente del Valle (5-0). Un partido que dejó cicatrices en la confianza del equipo. Deliciosa comedia la del fútbol. Amargo drama el del fútbol. Siempre es un error encontrarle escondites a la responsabilidad de los jugadores. En el 5-0 muchos futbolistas hicieron huelga de piernas cruzadas. "Cada jugador tiene que hacerse cargo de sus errores. Hay que hacer una autocrítica sincera. Toda la culpa no es de Carrasco. El error es personal, hay que hacerse cargo", manifestó Klimowicz. Siempre sentimos la necesidad de culpar a otros de nuestras desventuras.
Fleitas juró el último martes que no había boxeado con el entrenador en el vestuario de Independiente después de la paliza que sufrieron en la cancha. "A mis 33 años no voy a cambiar mi forma de jugar sólo por complacer a alguien, soy un profesional que ha jugado en Europa", dijo Édison Méndez.
Don Juan Ramón con su cara de hombre a quien no le interesa gustarle a la gente divide al equipo en amigos y enemigos.
Los jugadores amigos son los que le dicen que sí a su sistema.
Los enemigos son aquellos que se atreven a contradecir su pretensión de adaptar el fútbol a sus caprichos.
Juan Ramón Carrasco olvida que cuanto más sabes lo que eres y lo que quieres, menos te incomodan las cosas.
Roberto Bonafont, columnista.