Ecuador logró 12 puntos de 12 posibles en el inicio de las eliminatorias con toque y manejo. Había en la selección ecuatoriana una conducta solidaria. No existe el equipo que ganando cuatro partidos seguidos sufra problemas de convivencia. Sin embargo todo esto se rompe fácil. Basta perder o empatar partidos seguidos para que se quiebre la magia. La convocatoria permanente de talentos que no eran titulares en sus club generó conflictos y derrumbe. Quinteros perdía lucidez.
La lucidez de un estratega depende de la claridad de los conceptos que se utilizan para jugar, que no sean solo intuitivos, sino racionales, que estén explicados en un método o estilo. Al entrenador le costaba vender su idea táctica. El estilo de juego que anula la individualidad y la creatividad es malo. El buen método potencia la individualidad y la creatividad, no la anula.
Quinteros tampoco pudo controlar el factor emocional cuando los jugadores dejaron de trabajar en equipo y, en un gesto defensivo, pasaron a pensar solo a título individual. En esas circunstancias se impuso la parte más oscura de la personalidad. Para no caer irremediablemente en esta mediocridad, tenía que crear nuevas expectativas, crear un clima de optimismo. No lo consiguió. Ecuador tuvo su peor campaña de local, al sumar 13 de 24 puntos posibles. Cuando se le preguntó dónde estaba la TRI ganadora de octubre del 2015.
Llamó “ignorantes” e “idiotas” a quienes lo cuestionaban. Entonces se quedó solo y comenzó a caminar por senderos minados; sintió los proyectiles que picaban cerca. Escuchó el ruido de los serruchos que se arrastraban por el piso. Se impuso el deber de no traicionarse.
Nunca dejó de ser él, para ser el que los demás querían que sea.
Murió en su ley. Corrige al sabio y será más sabio, corrige al necio y será tu enemigo. El entrenador que escribió las páginas más brillantes de buen jugar en Emelec, nunca encontró el primer capítulo cuando estuvo en la selección.
AB. ROBERTO BONAFONT - @RobertoBonafont
COLUMNISTA