Jeff Montero es un jugador mentalmente fuerte que está por encima de la envidia, de la injusticia, de la mala suerte. Que nunca sale en inferioridad mental a la cancha. No se da por vencido ni aún vencido.
Disfruta su momento con la fruición propia de los que lucharon y sufrieron mucho para ubicarse en el pináculo de los elegidos. Domina vivencias con el pie zurdo y se libera de una confesión sincera: "Uno es feliz cuando realiza sus deseos de niño".
En la orilla es donde mejora su inteligencia pensando y su instinto olfateando. A su juego se le nota el orgullo del pueblo; la ética de intentar ganar mereciéndolo, se le descubre la infancia rebelde a la derrota. Cuando no tenía en los bolsillos más que dos puños vacíos de dinero, pero llenos de esperanza. Supo del rugir de las tribunas y creció acunado por el paisaje de las canchas.
Las grandes hazañas sobreviven a través del tiempo por su propia pureza, agigantadas por el carisma de su protagonista. "La vida es tan buena maestra, que si no comprendes una lección te la repite", nos dijo desde su lado idealista.
En Villarreal CF, Levante, Betis y Morelia el chico de mirada tímida y expresión ingenua fue y es amado por las multitudes.
En la Tri su capacidad para inventarle trucos a su amigo el balón es fantástica; con buenas jugadas las tácticas salen solas.
Su desmarque está en amagar una posición falsa e ir a la real. Después de la gambeta, suelta la pelota como una lágrima mansa, sedada, una mancha que se hunde en el arco rival. Tiempo de decir que nos sobran varios dedos en el momento de mencionar a los habitantes de este mundo que pueden merecer, al lado de sus nombres la palabra talento.
Jeff Montero el príncipe de los humildes es una de las pocas personas a las que no les queda grande el contenido de esa palabra.
Ab. Roberto Bonafont - @RobertoBonafont
COLUMNISTA