Damián Díaz y Barcelona, cerca del cielo
Anda galopando con el diez en la espalda, en un equipo que cree en el juego
de ataque, en la creación sistematizada; su gambeta va para todos los lados
inventando de la nada, manejando el clima del partido. Acostumbrado al sonido
de la tensión. Sabe que tener muchas alegrías tiene como precio, tener muchas
tristezas. Su arte es jugar de modo alerta. Toda la cancha para él. Una pelota
para Díaz y todos los demás en fila para gambetearlos: Ulises, Araujo, Luna, y
la zurda colgada en un ángulo, para un gol apabullante a Liga (Q). Lo celebra
con los brazos cruzados. Prefiere gritarlo para adentro sin herir. Con la
mirada agradecida arrojándole en silencio su cuota de admiración a la tribuna
que acompaña. Fenómeno de barrio que penetra en todos los rincones del país. La
verdadera grandeza, no necesita de la humillación del resto.
El balón como discurso único. Su imaginación vuela y la pelota anda a pie.
Su gambeta es una combinación de manejo de esférico, movimiento de cuerpo,
equilibrio y destreza completa, a las cuales agrega confianza y un toque de
hechizo. Ulises, Reasco, Bone, gambeta, túnel, relámpago de genialidad y
segundo gol a Liga (Q). La pelota se queda jadeante y feliz en la red, la
despide con el revés del pie. Díaz lo grita con un orgullo callado, quieto. Es
la dignidad.
Barcelona 5 D .Táchira 1, el juego interminable. Córner de Matías Oyola y
Perlaza de cabeza rompió el muro interior. Matías robó balón para Jackson
Quiñónez, a él la historia le guardaba un lugar. Acoso y dominio.
Libre de Matamoros gatillazo que heló las venas de la barrera, González
puso el brazo, Matías castigó desde el punto fatal. Matamoros y la comba
perfecta abriéndose a medida que el balón buscaba el arco y la pelota se quedó
obediente en la vieja madera del palo segundo. De la Torre sorprendió a rivales
que esperaban un paso más o un toque para acomodarse. González soltó la pelota
desde once metros como una lágrima.
Ab. Roberto Bonafont -
@robertobonafont
COLUMNISTA